Descifrando
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Heridas de la infancia. Parte 4

La humillación y su máscara del masoquista.

Humillación
San Juan, Argentina.

Recordar que nuestra relación con nosotros mismos es reivindicar nuestro Ser íntegro. El alma trae a descifrar múltiples aspectos para comprender la correcta visión de nuestro paso en el presente. Lise Boubeau nos explica esta versión del código de la humillación. ¿Qué debemos aprender?

La herida de la humillación se despierta en el niño cuando este siente que alguno de sus padres (indistinto el sexo) se siente avergonzado de él, o tiene miedo que se pueda sentir avergonzado porque se ha ensuciado, porque no guarda las formas sociales, o porque va mal vestido, etc. El niño se siente degradado, comparado, mortificado o avergonzado a nivel físico de “hacer” o “tener”. Uno puede sentirse culpable sin sentirse avergonzado, pero quien se siente avergonzado también se siente culpable. Sentimos culpa cuando juzgamos que la cosa que hicimos (o no hicimos) está mal hecha. Sentimos vergüenza cuando consideramos que nosotros somos malos e incorrectos e inadecuados por hacer o no hacer algo.

Es frecuente que la herida se active con la madre, pero puede activarse con el padre si este era quien “controlaba” al niño y hacía el papel de madre, enseñándole cómo comer correctamente, cómo estar limpio, etc. También puede activarse con una figura de autoridad referente (abuelos, educadores,…). La humillación se despierta por ejemplo, cuando el niño escucha a su progenitor contándole a otra persona lo que ha hecho el niño.

El niño se siente humillado y abusado si siente que sus padres controlan sus movimientos, dejándole poca libertad.

Corporalidad.

El cuerpo de una persona con la herida de la humillación suele ser de formas redondas y llenas.

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Máscara: masoquista.

Para no sentir la herida, el niño desarrolla la máscara masoquista. Con esa protección, el niño aprenderá a castigarse a sí mismo (humillarse) antes de que lo hagan otros. El masoquista quiere demostrarse a sí mismo que es alguien sólido y que controla su vida (y la de los demás). A menudo lo encontramos ocupándose de los problemas de los demás, y olvidándose de sí mismos. Cuanto más responsabilidades de otros asumen, más peso coge su cuerpo. El masoquista piensa que ayudando a los demás evitará que se sientan avergonzados de él, pero a menudo se acaba sintiendo humillado y como si los demás se aprovecharan de su buena voluntad. A menudo son mediadores entre dos personas.

Los masoquistas no se dan cuenta que haciendo todo por los demás, acaban humillando a los demás, pues les hacen sentir que solos no podrían hacerlo, quitándoles su propia responsabilidad y poder. Deben aprender a no tomar tanto espacio en la vida de las personas a quienes aman. Deben aprender a dejar los demás tomar decisiones por sí mismos.

Los masoquistas generalmente no están en contacto con sus sentimientos pues tienen miedo de que los demás o sus padres se molesten o se avergüenzen de ellos.

Son hiper-sensibles, y la mínima comentario o acción que les ponga en tela de juicio les puede herir. Por eso hacen todo lo posible para no herir a los demás. Tan pronto alguien a quien aman se siente infeliz, el masoquista se siente responsable. Se culpan por todo, y asumen la culpa de los demás. Es su manera de ser “buenas personas”. No se da cuenta que estando tan empatizado con el humor del otro, se desconecta de sus propios sentimientos y necesidades.

A menudo hacen cosas por los demás que no harían para sí mismos. El masoquista se siente “unworthy”, sin valor, no merecedor de ser amado o reconocido. Al creer que no tiene valor o importancia, cree que merece sufrir. Los masoquistas a menudo se sienten sin ningún poder frente aquellos cercanos a quienes aman. Cuando son culpabilizados (algo que atraen inconscientemente), se quedan mudos, paralizados, sin saber cómo defenderse.

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Conoce sus necesidades pero no las escucha ni las atiende. Se carga de responsabilidades, sobre todo hacia los otros. Se cree sin corazón, “sucio” y menos valioso que los demás. Juega un papel “maternal” en sus relaciones. No se considera digno de recibir.

La libertad es una aspiración muy importante para los masoquistas, pero que además les atemorizan . Ser libre significano tener que dar explicaciones a nadie, no ser controlado por nadie, hacer lo quequieras cuando quieras. Cuando eran jóvenes, a los masoquistas les faltó libertad con sus padres. Cuando consiguen sentirse libres viven al máximo la vida, sin límites. Eso les lleva a comportamientos extremos (hacen demasiado, ayudan demasiado, gastan demasiado, creen que tienen demasiado, etc).

El miedo a ser libres surge de pensar que harían cosas que avergonzaría a los demás. Además creen que si se ponen a sí mismos en primer lugar, no serían de ayuda para los demás. Para solventar este miedo , se autosabotean de muchas formas, por ejemplo:

- Un hombre que se siente atrapado en casa por su mujer controladora, se buscará dos trabajos para estar siempre fuera de casa. Creerá que así es libre, pero se engaña. Lo que un masoquista hace para liberarse en un área le aprisiona en otra.

Los masoquistas tienen dificultades para satisfacerse o gozar. Cuando sienten placer estando con alguien o haciendo algo, se critican y se castigan por creer que están aprovechándose del otro. Aprovecharse del otro es lo último de lo que quieren ser acusados. Por eso pueden tener dificultades con la sexualidad, pues les despierta culpa. De jóvenes se controlaban (reprimían) para que sus madres no se sintieran avergonzadas. El sentido del deber es muy importante para ellos.

Pueden tener problemas de páncreas (diabetes y hipoglucemia), pues tienen dificultades para tratarse con dulzura. También pueden tener problemas de corazón pues no se aman a sí mismos lo suficiente, o no se sienten importantes como para sentir alegría. Normalmente, su forma de compensar su frustración es comiendo.

La herida puede provocarse entre el primer y tercer año de vida.

Para ser conscientes de la herida de la humillación, se sugiere que aprendas a reconocer las veces en que te sientes avergonzado de ti mismo/a o de otros, y las veces en que te humillas a ti mismo sintiéndote sin ningún valor, o te comparas o te criticas duramente. Date cuenta las veces que humillas y le quitas su fuerza al otro haciendo demasiado por él. Es importante que te des cuenta que tu madre o padre también sufren la misma herida. Aprende a tomarte tiempo para sentir tus necesidades antes de decir “SI”.

Asume tu responsabilidad y libérate de la carga y la culpa de los demás.

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Desde un lado espiritual.

Las relaciones dañinas tienden a tener raíces profundas y dejan cicatrices que solo Dios puede sanar; los involucrados generalmente reflejan incapacidad para entender y trabajar dentro de los límites apropiados de la relación. Podemos definir los abusos en tres categorías: abuso emocional, abuso verbal y abuso físico. Todas las formas de abuso –ya sea emocional, verbal o físico– dañan, quitándole a la persona su sentido de dignidad y el valor que Dios le ha dado como persona. Todas las formas de abuso hieren el espíritu de la persona y, tristemente, la persona termina traumatizada; no solo con miedo del abusador sino de toda otra persona que se encuentre en un lugar de autoridad similar al del abusador. Libro de Cary Palmon, Reparando un corazón roto.

"El corazón alegre constituye buen remedio; Mas el espíritu triste seca los huesos", Proverbios 17:22.

La humillación nos lleva a reconocer dentro nuestro muchos aspectos que a veces ignoramos por falta de conocimiento interno. Cuando alguna situación nos toque esta herida, o podamos reconocer en nosotros la máscara, es importante recordar que ante toda humillación, la HUMILDAD, es la llave maestra. Acá no significa poner la otra mejilla para quienes sufren algún tipo de violencia, simplemente que con la actitud correcta, no tomamos ni represaria, ni pensamiento o emoción que no aumente ese dolor. Ser humildes de corazón, para ver en nosotros el aprendizaje necesario para evolucionar estas heridas. Ser humilde es reconocer nuestras fortalezas, talentos, dones, no es señal de debilidad. Por lo que está herida suele mostrarnos, cuando nos sentimos humillados, ¿en que área no estamos siendo humildes? ¿Reconozco con humildad mi ser y fortalezas? ¿Reconozco en el otro su humildad? La falsa humildad se da cuando nos humillamos ante los demás con el fin de obtener un reconocimiento. También se da cuando la persona se desprecia así misma porque no encuentra nada positivo en ella.

Aceptar nuestras propias limitaciones es ser humilde y manso de corazón.

¿Le has preguntado a Dios cuanto más necesitas humillarte?

La soberbia nos aleja de Dios, solo por humildad podemos encontrar el camino a él. Jesús, siendo el hijo de Dios, fue considerado hijo del hombre, fue humillado por blasfemia y falsario. Gracias al ejemplo de Jesús, en humildad y humillación, podemos ser curados de nuestra soberbia.

Jesús se siente ante Dios padre como hijo pequeño "manso y humilde de corazón" Mateo 11:29.