Salud Integral
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El cambio.

Para aprender el punto del servicio en equilibrio, es hacerlo desde el sentir.

El cambio
Buenos Aires, Argentina.

El que está preparado para un cambio, necesita información y apoyo. El que no está preparado, necesita mucho, mucho, pero mucho, amor. El cambio implica un compromiso total para con nosotros mismos, implica desaprender todos los patrones que nos mantienen estancados, es soltar lo conocido para dejar entrar lo nuevo. Es invertir menos energía hacia afuera para poder ocuparnos de nuestras necesidades más profundas. Seguimos trabajando, ocupándonos de nuestras familias y obligaciones, pero desde un lugar nuevo. Ya no nos postergamos, ya no nos dejamos en segundo lugar. Hacemos lo que tenemos que hacer pero desde la integridad, desde la salud, desde el autocuidado. 

Servicio.

Tomar las riendas de nuestra salud es un proceso lleno de obstáculos y excusas. 

Implica hacerlas conscientes y buscar los recursos dentro nuestro para trascenderlas. Implica dejar de proyectar a futuro, dejar de postergarnos, para empezar a vivir un presente en el cual nuestro bienestar en todos los niveles del ser es prioridad. Por supuesto que va a requerir invertir tiempo y energía en nosotros. Es un acto de servicio. 

Todos los grandes maestros de la historia lo hicieron, primero se integraron y luego transformaron el mundo a cada paso que dieron desde la integridad. Ocuparnos de nosotros mismos es el mayor servicio que podemos brindar a nuestras familias y a la sociedad toda. 

El cambio es de adentro hacia afuera; de a una persona por vez, empezando por nosotros. 

Una persona plena está permanentemente atenta a sus propias necesidades y a las de su entorno. El que vive el bienestar integral solo desea expandirlo para con todo su entorno. A medida que crece el amor dentro nuestro, solo quiere expandirse. 

Cuidar nuestra energía. Quienes dan mucho también necesitan darse mucho, ocuparse de sus necesidades. Cuanto más nos integramos, más podemos ayudar a otros. 

El punto del servicio en equilibrio es hacerlo desde el sentir, desde ese lugar es bastante claro el hasta dónde sí y cuándo poner un límite.

El ego nunca puede conformarse, nunca es suficiente, siempre podríamos haber hecho algo más, algo mejor. Cuando damos de más, a pesar de nosotros mismos, es porque no aceptamos nuestras limitaciones, nuestra humanidad, es ahí cuando el servicio puede ser peligroso para nuestra salud. Muchas veces nos ocupamos excesivamente de los demás para evadirnos de nuestras propias cuestiones no resueltas, para buscar aprobación, para sentirnos útiles, valiosos, necesarios. Si podemos amarnos con nuestras limitaciones, si podemos brindarnos sólamente cuando lo sentimos, y retirarnos cuando lo necesitamos, el servicio es maravilloso. 

Si buscamos ayudar desde un espacio de desequilibrio interno, de agotamiento, es muy limitado lo que podemos hacer. Si servimos desde la integridad, nuestra capacidad es ilimitada: "Milagros mayores que éstos harán ustedes". Es por ello que merece la pena invertir tiempo y energía en nosotros mismos, y lejos de ser un acto de egoísmo, es un acto de amor hacia nosotros mismos que luego se expande a todo nuestro entorno. Ir despacio. 

El único lugar a donde tenemos que llegar es a nosotros mismos, a nuestro equilibrio. Haciendo mucho o haciendo poco o, más bien, permitiéndonos los momentos de mucha actividad y los momentos de escasa actividad, de introspección y reflexión. Es como si corriésemos a alcanzar algo. 

Hombre Presion Martillo

Muchos corren toda su vida para ir alcanzando las expectativas que tienen de sí mismos y de la vida. Lo paradójico es que muchas veces alcanzamos el éxito en términos materiales y profesionales. ¿Y qué sucede luego? Aparece la insatisfacción de haberlo hecho a un costo demasiado elevado para nosotros mismos. ¿Era necesario hacerlo de esa manera? ¿No había otra manera más orgánica?

Ir despacio es ir funcionando en el mundo pero en sintonía con nosotros mismos, respetando nuestros ciclos internos, sin apuro, sin tanta exigencia, más livianos, más amables con nosotros mismos, con nuestras expectativas, con las expectativas sobre nosotros mismos que tienen los otros y la sociedad. A medida que vamos encontrando la forma de funcionar en el mundo y a la vez hacerlo desde un espacio de integración interna, nuestra capacidad de acción y de influencia en nuestro entorno se va expandiendo. Si lo hacemos desde un espacio de desequilibrio, vamos logrando cosas externas y vamos desintegrándonos en el plano interno en simultáneo. De esa manera nada que logremos genera satisfacción profunda y duradera. 

La búsqueda de la salud es, a fin de cuentas, la búsqueda de la felicidad: estado de comunión con nuestra vida tal como es en el momento presente. Cuando somos felices todos nuestros parámetros metabólicos e inmunológicos tienden a la salud. Un sistema inmune indemne no da lugar a tumores, infecciones ni inflamaciones.

Rocas Equilibrio

La balanza del dar y el recibir tiene que estar en equilibrio. 

Si damos mucho hacia afuera, tenemos que invertir tiempo y energía en ocuparnos de nuestras necesidades. Si esa balanza se desequilibra tendemos a compensar con hábitos adictivos como el consumo de harinas, lácteos, azúcares, alcohol, tabaco, etc. Cuando nos ocupamos de nuestras necesidades más profundas necesitamos mucho menos de todo eso. 

Todo síntoma físico, dolor o enfermedad tienen una razón de ser en sí mismos. 

Siempre hay algo para revisar, para modificar, para resinificar, para comunicar, para soltar, para elaborar. Los síntomas físicos son siempre nuestros aliados. En lugar de ir corriendo hacia algo que anestesie el síntoma debemos profundizar en la causalidad del mismo. 

Una vez resuelto esto es muy probable que el síntoma resuelva, disminuya en intensidad, o al menos al comprender su razón de ser, podemos llevarlo de un modo mucho más liviano e íntegro. Todo dolor físico, mental o emocional disminuye en intensidad al observarlo con presencia y atención plena, en estado de total entrega y aceptación, sin apuro en que desaparezca. 

Evitando pensar en qué vamos a hacer o a dejar de hacer para que ese dolor se modifique. Si nos resistimos al dolor, generamos sufrimiento adicional. Hay que estar muy atentos a desestimar la información mental y emocional que se derivan del dolor. 

Cuanto más nos enganchamos en ese círculo vicioso, mayor es la intensidad del sufrimiento y menor nuestro poder para trascenderlo y seguir avanzando en nuestras vidas.

En cambio, al observar lo que sentimos, sea lo que sea, en estado de total presencia, aceptación y entrega, generamos un espacio, un vacío del cual emerge todo lo que tenemos que saber y hacer para que finalmente la cuestión se encauce hacia su resolución. 

Si enfermaste y querés recuperar tu salud, modificá el patrón de emoción, pensamiento, alimento y ejercicio que te llevó a enfermar; por patrones que fortalezcan tu salud. 

La comodidad y el apego a lo conocido muchas veces nos lleva a enfermar. La resistencia a lo nuevo, el miedo a la incertidumbre y la incomodidad de lo desconocido son inherentes a todo proceso de cambio.

Estar fuertes, enraizados, firmemente anclados a tierra; sintiendo una capacidad física tal que desplazarnos de un lugar a otro caminando o realizar un esfuerzo físico sea más un disfrute o un desafío que un pesar. Incrementa nuestra capacidad de acción y de manejo de la energía. Incrementa nuestro entusiasmo vital, nuestras ganas de hacer cosas, conocer lugares, de tener experiencias nuevas. 

Una de las principales causas de enfermedad es que no evacuamos nuestras tensiones cotidianas mediante el movimiento o ejercicio diario. Si estamos tensos tendemos a sentirnos mal, a la hiperactividad mental (pensamos demasiado) lo cual nos suele llevar a compensar con hábitos poco saludables para intentar relajarnos o disfrutar de algo. El verdadero disfrute está dentro nuestro, no fuera. Deviene de hacer algo que me genera bienestar, no de una sustancia/alimento. 

Lo natural para el hombre es vivir en movimiento y al aire libre, al menos una hora al día deberíamos estar en esa situación. Como para no perder la cordura, el sentido común y nuestra naturaleza.