El biólogo celular Bruce Lipto hizo el siguiente experimento, tomó células madre de idéntica información genética (ADN) y las colocó en diferentes medios de cultivo. En un medio se desarrollaron células musculares, en otro óseas, en otro adiposas y en otro tumorales. Todas tenían los mismos genes, los cuales se expresaron en modo diferencial según su ambiente. De este modo dió lugar a una nueva disciplina científica, la epigenética (lo que rodea a los genes) y demostró que lo más importante en el curso de una enfermedad es el medio celular, el cual podemos modificar drásticamente con nuestros hábitos de vida. Según el ambiente que generemos mediante nuestros hábitos de vida, aún estando presentes los genes que predisponen a la enfermedad, podemos frenar su expresión y, por ende, la enfermedad no se manifiesta.
Una célula sana está rodeada por su entorno celular particular, el cual tiene las siguientes particularidades:
-Es alcalino.
-Rico en oxígeno y micronutrientes.
-Depurado o libre de toxinas.
-De elevada frecuencia vibracional (amor).
Por el contrario, una célula tumoral o enferma, se desarrolla en un medio enfermo:
-Ácido.
-Carente de oxígeno y micronutrientes.
-Rico en toxinas metabólicas y sintéticas.
-De baja frecuencia vibracional (miedo).
Podemos modificar las características del medio celular o del líquido extracelular modificando nuestros hábitos, mente y emociones.
El alimento es nuestra principal fuente de salud o de enfermedad, es el mayor volumen de sustancias que ingresa a nuestro sistema sobre el cual tenemos posibilidad de elección. Es la materia prima para que todo funcione en armonía o en estado de supervivencia.
El alimento es una fuente de energía cuando comemos lo justo y necesario para satisfacer nuestro apetito, cuando comemos de más es una fuente de anestesia para satisfacer nuestras necesidades emocionales. Hoy en día debido a nuestra forma de vida la mayoría de las personas se encuentran en estado de supervivencia, tomando nutrientes y energía de nuestras reservas hasta llegar al estado de agotamiento mental, emocional y físico. Más que nunca la necesidad de cambio es imperiosa.
Es maravilloso ver el cambio de vida en las personas, verlos siendo artífices de su salud en todos los niveles del ser. El cuerpo agradece cada gesto de cuidado que le brindamos, el sentirnos livianos, enérgicos, sanos es tan gratificante.
Ningún alimento ni sustancia genera tanto placer como el sentirnos bien, integrados, claros.
No hay que preocuparse por la salud, solo hay que ocuparse.
La salud y el conocimiento son herramientas de liberación. El contar con herramientas para la autogestión de nuestra salud es un derecho, aplicarlas es nuestro deber y se relaciona con el amor que tenemos para con nosotros mismos y para con la vida. La persona sana tiende a consumir menos: Menos comida, menos fármacos, menos productos cosméticos o de higiene corporal. La salud plena nos lleva a ahorrar dinero, a necesitar menos, a ser más libres.
Pero todo eso...no es negocio. Aprendiendo a gestionar nuestra libertad, nuestros vacíos, dejamos de tapar los huecos con comida, alcohol, obligaciones, trabajo, vínculos adictivos, tecnología, adicciones. Evitamos llenar los silencios con palabras, nos permitimos ser. Un cuerpo sano es naturalmente bello.
Para vernos bien también va por el Lado de la salud, salud que aflora desde adentro hacia afuera, sin necesidad de productos de cosmética ni tratamientos externos. Si queremos paz en el mundo debemos comenzar por paz en nuestro cuerpo, dándole lo que necesita en materia de descanso, ejercicio cotidiano, priorizando lo que lo nutre y depura; evitando lo que lo irrita, inflama, intoxica. Podemos dar lo que tenemos, expandir lo que somos, transmitir lo que vivimos. Muchas veces postergamos el cuidarnos o el ocuparnos de nuestra salud por cuidar de un familiar o por ocuparnos de nuestros hijos. La mejor forma de ayudar a nuestra familia y a la sociedad es estando bien nosotros. “Es que quiero lo mejor para mis hijos y mi familia”: un hijo con una mamá feliz y un papá feliz, es un niño feliz.
Si tenemos sobrepeso, estamos cansados, padeciendo dolores articulares o enfermedades, nuestra capacidad de ayudar se ve disminuida.
El servicio es maravilloso y le da sentido y entusiasmo a nuestras vidas. Ese servicio debe ser desde la integridad, desde la salud, desde el bienestar. Todos los grandes maestros de la historia como Jesús o el Buda primero se ocuparon de integrarse, de sanar su cuerpo, mente y emociones. Desde esa integridad cada paso que dieron en la vida fue un acto de servicio que trascendió los milenios. Es por eso que cuantas más responsabilidades tengamos, mayor debe ser nuestro compromiso para con nosotros mismos. Poniendo atención en nuestro alimento, en el ejercicio cotidiano, en atender el estado de nuestra mente y de nuestras emociones.
En la medida que nos ocupamos de nosotros, podemos tomar responsabilidad por la
vida de otros, no podemos dar lo que no tenemos. No podemos transmitir lo que no tenemos integrado en nuestras propias vidas: “Ama a tu prójimo como a tí mismo”.
Es preferible compartir e invertir menos tiempo en el servicio, pero de mayor calidad, desde una mayor integración, salud y plenitud. Así nuestra sola presencia consciente y amorosa es transformadora. Mucha gente es buena y servicial para con los otros. El desafío es integrarlo con ser buenos y atentos para con nosotros mismos, para con nuestras necesidades básicas de alimentación saludable, ejercicio y relajación cotidiana. Para con nuestras necesidades más profundas de búsqueda de paz, sentido y propósito de vida. Queremos paz mental Y equilibrio emocional: empecemos por generar paz en nuestro cuerpo y equilibrio en nuestra fisiología. Un cuerpo tóxico y desequilibrado, genera pensamientos tóxicos e inestabilidad emocional. La calidad de nuestro alimento condiciona la calidad de nuestro pensamiento y de nuestras emociones.
La comida es una fuente de salud primero, y una fuente de placer en segundo lugar. Desde esta concepción es fácil seleccionar qué alimentos son adecuados y cuáles no. Recuperar el sentido común.
Ningún animal en la naturaleza modifica sus alimentos mediante la cocción, volvamos a lo natural. A medida que comenzamos a sentirnos mejor, aprovechemos ese bienestar y esa energía para profundizar en una forma de vida cada vez más saludable, cada vez más plena.
Frecuentemente hacemos lo contrario, hago cualquiera, total, ya me siento mejor. La mente adictiva siempre quiere poner un palo
en la rueda, siempre está buscando una buena excusa para hacernos retroceder. Ningún alimento puede darnos más placer que el sentirnos enérgicos, sanos, libres de todo dolor.
Para aprender el punto del servicio en equilibrio, es hacerlo desde el sentir.
Las creencias que nos llevan a dejar de sentir.
Bajo juramento Hipocrático
Inspirado en la película "La ballena". Cuando la ballena no es más que una excusa.
Ese es mi trabajo como coach, desafiarte a que encuentras una mirada nueva, fresca, posibilitante de...