Hace unos días, mientras tomaba unos mates, me encontré recordando a mi abuelita, y vino a mi mente una de sus frases más sabias. Ella solía decirme: “Tené cuidado con lo que haces, porque más adelante, en las vueltas de la vida, te lo vas a encontrar. Mirá que la vida tiene muchas vueltas.”
Esta simple advertencia no solo hacía eco de la importancia de la ética y las decisiones correctas, sino también de algo mucho más profundo: el impacto que nuestras acciones tienen en nuestro bienestar emocional y cómo, a lo largo de los años, aquello que sembramos en el pasado puede reaparecer, para bien o para mal.
Mi abuela, entendía de forma instintiva lo que la psicología moderna nos recuerda hoy: todo lo que hacemos tiene consecuencias. La ley de la siembra y la cosecha. Ya sea que estemos sembrando buenas acciones o malas, nuestras decisiones impactan en nuestro bienestar, nuestras relaciones y, sobre todo, nuestra paz interior.
Este principio de siembra y cosecha no solo tiene que ver con el ámbito material o práctico de la vida, sino también con lo emocional.
Las emociones que cultivamos, las palabras que decimos y nos decimos, las acciones que tomamos con los demás se ven reflejadas en nuestro propio bienestar.
Así como en una quinta se siembran semillas de diferentes tipos, en nuestro corazón también sembramos pensamientos y emociones diferentes. Si sembramos gratitud, paciencia y amabilidad, lo más probable es que, con el tiempo, cosechemos paz interior, fortaleza emocional y relaciones saludables. Pero si sembramos rencor, ira y resentimiento, es probable que esas semillas den frutos de angustia, ansiedad y estrés.
La importancia de esta siembra emocional no puede subestimarse. Nuestro bienestar no depende únicamente de los eventos externos, sino de cómo manejamos internamente los altibajos de la vida. Por eso, cultivar emociones positivas como el perdón y la compasión, y aprender a gestionar las negativas, es fundamental para mantener nuestro equilibrio emocional.
Me viene a la mente la historia de la famosa escritora Maya Angelou, quien a lo largo de su vida enfrentó muchos desafíos emocionales y físicos, desde su traumática infancia hasta las adversidades sociales que sufrió siendo una mujer afroamericana en un mundo profundamente racista. Si todavía no la conoces, te invito a Googlear sobre ella, te vas a sorprender. A pesar de tanta penuria y reveses, algo que siempre la sostuvo fue el consejo que su abuela le dio cuando era joven: “No dejes que lo que otros hagan, te haga daño.”
A pesar de las heridas de su niñez, Maya entendió que sus emociones no debían estar al servicio de las acciones de otros. Esta enseñanza le permitió tomar control de su bienestar emocional, tomar distancia de las tragedias del pasado y, en lugar de dejar que el odio o el resentimiento la definieran, decidió sembrar en su vida pensamientos de empoderamiento, perdón y resiliencia. Hoy, es conocida como una de las voces más poderosas de la literatura y la lucha por los derechos civiles, y su bienestar emocional fue clave en su capacidad para transformar el dolor en fuerza y creatividad.
La gestión emocional no es un proceso de una sola vez. Al igual que en la agricultura, la cosecha no llega de inmediato después de sembrar, sino que requiere tiempo, paciencia y constancia. Es un proceso, hoy sí y mañana también. En la vida, las emociones negativas, como el estrés o la ansiedad, a menudo pueden ser vistas como frutos no deseados de nuestras decisiones o reacciones impulsivas. Sin embargo, al igual que en una huerta, con el tiempo podemos aprender a manejar las malas hierbas emocionales. Esto no significa ignorarlas, sino ser conscientes de ellas, dándoles el espacio necesario para crecer, observarlas y gestionarlas, sin dejar que se apoderen de nuestro bienestar.
A lo largo de los años, he aprendido a aplicar el concepto de siembra y cosecha en mi propia vida. Cuando cultivo pensamientos positivos y hago el esfuerzo consciente de cuidar mi salud mental, como con la práctica de la meditación, oración o el establecimiento de límites saludables en mis relaciones, cosecho paz interior. Pero cuando descuido esas prácticas, me encuentro cosechando estrés o insatisfacción.
Este principio se convierte en una guía fundamental para mi bienestar emocional. También he aprendido a conectar con mi cuerpo y escucharlo, ya que algunas emociones se alojan en partes determinadas del mismo causándome malestar si no lo atiendo a tiempo.
Siembra lo que deseas cosechar. Si buscas paz, siembra perdón. Si deseas tranquilidad, siembra paciencia. Si anhelas relaciones armoniosas, siembra respeto y empatía.
Como me enseñó mi abuelita: la vida tiene muchas vueltas, y las acciones que tomamos hoy pueden tener un impacto profundo en cómo nos sentimos mañana. La clave está en ser conscientes de lo que estamos sembrando, no solo en nuestro entorno, sino también en nuestro interior.
Hoy, más que nunca, tenemos la oportunidad de tomar las riendas de nuestra salud emocional y sembrar las semillas de un futuro más sereno y equilibrado. Solo recuerda: en las vueltas de la vida, lo que siembras hoy será lo que coseches mañana.
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