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¡No te enamoraste de mi!

Enamorarse desde el trauma no libera. El ciclo se viste de masoquismo.

enamorado de trauma
San Miguel de Tucumán, Tucumán

No te enamoras de una persona. Te enamoras de tu trauma disfrazado, maquillado, envuelto en un cuerpo ajeno. El rostro que adoras, la voz que te consuela, no son más que una máscara, un espejo maldito donde contemplas la tragedia que nunca te atreviste a enfrentar. No buscas amor; buscas redención. O peor aún: repetición.

El inconsciente no ama, reproduce. Como un mecanismo oxidado, te arroja una y otra vez al mismo abismo, prometiéndote un final distinto. Pero el final nunca cambia. El que teme al abandono se arrodilla ante quien siempre parte. El que vivió bajo la sombra de un rechazo, se arrastra ante quien jamás lo elegirá. Es un ciclo cruel, un ritual morboso donde la esperanza se viste de masoquismo.

Y en esa danza obsesiva, surge la peor traición: el egoísmo antitético, una forma perversa de centrarte en ti sin siquiera reconocerlo. Porque en esta forma de amar no hay nobleza, ni virtud, ni beneficio para nadie.

Usas al otro como herramienta, como tabla de salvación, sin darte cuenta de que también lo hundes contigo.

Ayn Rand, en su defensa del egoísmo, hablaba de una búsqueda consciente de lo que beneficia, lo que edifica, lo que respeta. Pero este "amor" al que te arrojas no respeta a nadie, ni a ti mismo. Es una farsa donde el otro no es persona, sino símbolo, un ídolo hueco al que sacrificas todo esperando un milagro que nunca llega.

Y es que este egoísmo no es el egoísmo virtuoso que construye, sino su sombra: un impulso ciego que te ata a lo peor de ti mismo.

Amar así no es un acto ético; es un teatro de sombras donde nadie se salva.

¿Puedes llamarlo amor cuando lo único que haces es buscar, desesperadamente, que alguien cure lo que no has querido sanar? ¿Cuando el otro no es más que un peón en el tablero de tus carencias? ¿Cuándo lo llamas "alma gemela", pero en el fondo sabes que solo estás perpetuando el eco de tu propio grito?

Si el amor es eso, entonces merece ser destruido. Porque no hay virtud en un amor que no libera, en un amor que no construye. Amar desde el trauma es hundirse en el lodo, arrastrar al otro contigo y llamar a eso destino.

Solo hay una salida: destruir la máscara, romper el espejo, mirar el trauma de frente. Amar no para sanar, sino después de haber sanado. Amar no desde la carencia, sino desde la abundancia. Porque solo entonces puedes amar con egoísmo virtuoso: buscando tu bienestar, sí, pero también el del otro.

Todo lo demás es repetición. Un teatro macabro donde solo hay vencedores y vencidos, y al final, todos pierden.

Lic. Jorge Lebbos Psicólogo Psicoanalista